Carlos Cárdenas. MELANCOLÍA II, óleo sobre tela, 150 cm x 150 cm 2013
XVI BIENAL DE PINTURA RUFINO TAMAYO
XVI BIENAL DE PINTURA RUFINO TAMAYO
La XVI Bienal
de Pintura Rufino Tamayo fue planteada bajo el formato de una muestra representativa
y consistente, en el contexto de la diversidad de maneras de afrontar la práctica
de la pintura en el escenario contemporáneo en México. La selección de artistas
fue determinada –por primera vez en la historia de este certamen– por un Comité
Curatorial (o Jurado de selección), integrado por el curador Erik Castillo y
por los artistas Patricia Soriano y Luis Hampshire. El proceso de trabajo del comité
estuvo guiado, en todo momento, por un criterio abierto, cuya meta fundamental fue
articular una muestra estimulante y, al mismo tiempo, sintomática de la
situación actual del arte de la pintura nacional. Esta disciplina sigue siendo
en México un tipo de producción con mucha distribución y visibilidad en el
medio del arte, así como un lugar interesante por la confrontación que
manifiesta actitudes conservadoras con perspectivas más abiertas y actuales.
El
registro de inscripción quedó cerrado en1022 artistas participantes (cinco de
los cuales son nacidos en el extranjero con residencia local, y dos de ellos
mexicanos residentes fuera del país), con un total de 2606 obras. Cabe señalar que
la revisión, exploración y dictamen del cuerpo de obra contenido en el
registro, se complementó con una serie de viajes de profundización analítica –por
parte del Coordinador curatorial– a algunas ciudades representativas(y
dispuestas a colaborar logísticamente durante ese proceso) en cuanto a la producción
de pintura: Durango, Puebla, San Luis Potosí, Aguascalientes, Monterrey, Jalapa
y Guadalajara. Se revisaron portafolios y se visitaron algunos estudios y
talleres de artistas seleccionados de los que entregaron sus carpetas. En consecuencia,
una parte considerable del registro se vio alimentada por material extra
relativo a las propuestas de artistas de los diferentes estados, lo cual
representa un avance de acuerdo con lo pactado por el Instituto Nacional de
Bellas Artes (INBA) con la comunidad artística: restituir a la bienal un mayor
nivel de investigación. La situación del sistema de la pintura contemporánea en
México es reveladora y constituye un desafío muy interesante a la hora de subvaloración
crítica: coexisten bloques distintos de sensibilidad, discurso y concepción. Y dicha
coexistencia se da, afortunada y desafortunadamente, en un ámbito de tensiones.
Es evidente –por un lado– que hay comunidades de artistas enfocados a
tendencias avanzadas, tanto en la relación de lo local con la propia historia,
como respecto al saber pictórico internacional. Y, por otro, es innegable la permanencia
de vertientes creativas que siguen sosteniendo un diálogo fuerte con entornos–igualmente
locales y foráneos– ya muy legitimados en el pasado mediato o reciente (Escuela
Mexicana/Ruptura/Posmodernismo/Formalismo purista/Pop). En paralelo, la
producción de pintura es abordada lo mismo en el marco dela afirmación de la
disciplina, que en los márgenes pos pictóricos; y si bien se considera que algunos
cuestionamientos a propósito de la vigencia del medio ya han sido superados en
favor de la relevancia pictórica, numerosos artistas trabajan creando sentido justo
a partir de la aceptación de la relativa obsolescencia de este tipo de
visualidad. Independientemente de lo anterior, se detectaron propuestas comprometidas
y relevantes en las diferentes comunidades ámbitos.
Además de
la situación descrita en el párrafo anterior, la perspectiva curatorial derivó su
visión de la pintura de la consideración del estatus del dispositivo o
artefacto que es su núcleo de producción: el cuadro o entorno pictórico
contemporáneo es una superficie o espacio (virtuales y/o concretos) en los que aparecen
signos, narrativas, escrituras, mitografías, sagas, ficciones, documentaciones,
y fenómenos plásticos de índole y procedencia heteróclitas. Obviamente, esta
forma de entender el cuadro y sus derivados pos vanguardistas es un “método de
identificación artística”, como llama la teoría crítica de convención
internacional a los parámetros de valoración, entre otros posibles para
analizar la pintura hoy. El resultado es una exhibición que busca seducir al
público en términos de experiencia perceptual, intelectual y cultural, pero que
también fue definida para propiciar el debate articulado y los intercambios fundamentados
de opinión. Es una exposición armada con piezas realizadas por autores de
múltiples orígenes, edades, formaciones, identidades, visibilidades y posturas.
De ahí que un primer balance–suscrito por la curaduría– tenga que ver con que a
lo largo de la selección se hace evidente algo que podría incomodar a los
enfoques exclusivistas de los certámenes como esta bienal: el campo social del
arte en México, nada más en el territorio del sistema de la pintura, es una
zona diversificada que requiere –para su potenciación cultural, de entrada–
dinámicas de mayor pluralidad.
Erik
Castillo, Patricia Soriano,
Luis
Hampshire
Comité
Curatorial